domingo, 23 de octubre de 2011

Término: ¡Irse a la porra!

El sargento mayor de cada Tercio dirigía los compases de sus hombres moviendo un gran garrote, una especie de antecedente de la batuta de orquesta que recibía el explícito nombre de porra. Cuando una columna en marcha hacía un alto prolongado, el sargento mayor hincaba en el suelo el extremo inferior de su porra distintiva para simbolizar la parada. En su inmediación se establecía rápidamente la guardia, encargada de custodiar los símbolos más preciados del Tercio: la bandera y el carro donde se llevaban (cuando había) los caudales. También quedaban bajo su vigilancia los soldados arrestados, que durante ese descanso debían permanecer sentados en torno a la porra que el sargento había clavado al principio. Eso equivalía por tanto a «enviar a alguien a la porra» como sinónimo de arrestarle. Esta irónica pero curiosa locución tuvo bastante éxito, por lo que pasó a engrosar la riqueza léxica del español originando el actual y despectivo «¡vete a la porra!».

jueves, 13 de octubre de 2011

El olor del Denario

El emperador romano Vespasiano, que lo fue entre el año 69 y el 79, hizo un importante esfuerzo por poner en orden las finanzas romanas y, como lamentable suele ocurrir cuando hablamos de finanzas públicas, logró encontrar nuevas formas de recaudar. Había, y hay, mil formas y excusas para cobrarles a los ciudadanos y así lo vio Vespasiano.

Uno de sus hijos, llamado Tito y que también sería emperador (desde el año 79 al 81), le reprochó en una ocasión a su padre que cobrara un impuesto sobre la orina que se obtenía en las letrinas públicas y que era muy útil en el curtido de pieles. Su padre, cuando recibió la primera remesa de dinero recaudada con tan escatológico impuesto, tomó unas monedas y se las puso a Tito bajo la nariz diciéndole: “No huele mal”. Al menos así lo cuentan Suetonio y Casio, según el libro que cito como fuente. Ya saben amigos, el dinero no huele mal, así al menos lo afirmaba Vespasiano.

Fuente: La vuelta a la historia en cincuenta frases de Helge Hesse
 
Vespasiano

Dato incoherente de Julio César

 

El parlamento romano, el senado, no solía ser muy partidario de las propuestas de Julio César cuando este era cónsul. En cualquier caso, César encontraba en muchas ocasiones la forma de salirse con la suya aunque fuera incumpliendo las leyes. Gracias a su cargo de cónsul disfrutaba de inmunidad por lo que no tenía problemas.

Después de ser cónsul, Julio César fue procónsul con tres provincias bajo su mando: Iliria, Gallia Cisalpina y Gallia Narbonensis. Con esta posición comenzó una guerra de conquista. El senado no le había dado orden de llevar a cabo tal guerra y precisamente es aquí donde está el punto curioso. César únicamente fue de capaz de sacar adelante una propuesta suya en el senado en su tiempo de cónsul: “lex Iulia de repetundarum”. Esta ley prohibía a los procónsules de las provincias destacar tropas fuera del territorio que se le había asignado, sin contar con la autorización explícita del Senado.

Justo lo único que había aprobado César como cónsul lo incumplió más tarde como procónsul.
Fuente: Curistoria.

sábado, 8 de octubre de 2011

Filipo de Macedonia

Filipo
Filipo V nació en el 238 a.C. Su padre fue Demetrio II, nieto del legendario Demetrio Poliorcetes, uno de los más destacados soberanos de la Macedonia antigónida. Cuando Filipo tenía sólo nueve años, su padre falleció, quedando como regente del reino su tío Antígono. A la temprana edad de diecisiete años, Filipo heredó el reino de su tío, convirtiéndose así en el monarca más joven de su época. Según las crónicas, era un hombre osado y apuesto, un guerrero de probada valentía durante las guerras en Grecia que llegó a ser comparado inevitablemente con el gran Alejandro.
Tras participar activamente en el conflicto de la Liga Helénica, sus aspiraciones hegemónicas le hicieron mirar hacia la vecina Roma y sus posesiones en Epiro e Iliria. La situación de ésta incitaba a ello. Aníbal campaba a sus anchas por una Italia devastada, contexto ideal para lanzar una serie de ofensivas orientadas a expandirse por el Adriático oriental sin excesiva resistencia. Se equivocó. Sus campañas en Iliria fueron infructuosas, perdiendo su flota en el intento, salvo por la toma de la ciudad de Lissus.
Ante tanto infortunio, Filipo creyó conveniente firmar un tratado de mutuo apoyo con el mayor enemigo de Roma de todos los tiempos, Aníbal Barca, quien, tras el desastre de Cannae, era por entonces dueño y señor del sur de Italia. Este “eje del mal” para República romana no fue en la práctica tan letal como pretendían urdir sus promotores, pues la tenaza que ambos líderes pactaron fue neutralizada poco después cuando la Liga Etolia se declaró amiga de Roma, entrando en juego el insidioso rival de Filipo como paladín del mundo heleno, Atalo de Pérgamo.

Carta de Carlos III a su madre, la reina, tras la noche de bodas

Los matrimonios de conveniencia entre la realeza fueron una constante entre las monarquías europeas. Se hacían las presentaciones de los futuros contrayentes vía retratos, mejorados por la mano de los pintores de cámara, y una vez casados interpretaban su papel – para cuestiones del amor y la carne se buscaban su propios arreglos- . Pero el caso que hoy nos ocupa, el matrimonio entre Carlos III y Maria Amalia de Sajonia, fue un flechazo a primera vista.
Carlos III
María Amalia

El cadáver que engañó a Hitler

El 30 de abril de 1943, un pescador encontró un cadáver en estado de descomposición en la playa de Punta Umbría (Huelva). El cuerpo era de un hombre adulto vestido con una gabardina, un uniforme y botas, con un maletín atado a la cintura. Su cartera lo identificó como el Mayor William Martin del ejército británico. Las autoridades españolas lo pusieron en conocimiento del cónsul británico, Francis Haselden, y en su presencia, se abrió el maletín… en su interior un sobre lacrado del ejército británico. Durantes los siguientes días, los telegramas de Londres a Madrid se repetían constantemente: “había que recuperar el contenido del sobre“.

Recordemos que España en la II Guerra Mundial ocupó una posición “neutral” pero a nadie extrañaba las simpatías de parte de ejército con los alemanes y que en España campaban a sus anchas los espías. Aquella intensa actividad entre Madrid y Londres, alertó a los espías alemanes que no tardaron en conseguir la información que contenía el misterioso sobre: era una carta personal del Teniente General Archibald Nye, del Estado Mayor Británico, al General Harold Alexander, al mando de las fuerzas en el Norte de África, en la que se detallaban los planes de los aliados:
tras el éxito de las campaña en el Norte de África cruzarían el Mediterráneo para lanzar un ataque contra Grecia y Cerdeña.
Hitler recibió la información y ordenó reforzar sus posiciones en Grecia y Cerdeña, la Operación Picadillo (Operation Mincemeat) había tenido éxito. Los aliados invadían Sicilia el 10 de julio de 1943, su verdadero objetivo.
Fue un gran éxito de la inteligencia británica que logró engañar a Hitler con el Mayor William Martin… que nunca existió. Todo se preparó al milímetro: se busco un cadáver en la morgue de Londres (años después se descubrió que era un vagabundo llamado Michael Glyndwr); entre sus pertenencias se colocaron cartas de una novia y el recibo de un anillo; para la foto del pasaporte se buscó alguien parecido al muerto; su muerte se publicó en The Times; se dejó el cuerpo en España sabiendo que las noticias llegarían a Berlín… Un plan perfecto.
Fuentes: The New Yorker, BBC, The Guardian

Lanza en ristre


El dicho “estar con la lanza en ristre” indica que alguien está dispuesto para contestar o luchar por algo con firmeza o emprender una acción complicada. También se usan expresiones similares como “se dirigió allí lanza en ristre”, con el mismo sentido. La explicación de este dicho es tan sencilla como lógica y descansa en lo que es el ristre.

El ristre, que pueden ver claramente en la parte izquierda del pecho de la imagen que acompaña esta entrada, es una pieza que se incorporaba en las armaduras con el objeto de apoyar y sujetar (para que no cayera y también para que no se desplazara hacia atrás) la lanza en las acometidas. Como salvo en combate, el resto del tiempo podría ser más un estorbo que una ayuda, estas piezas solían tener un sistema por el que se abatían, quedando paralelas al pecho y molestando menos. En cualquier caso, llevar una armadura ya debía ser suficiente molesto y complicado.

Fuente: Curistoria.